Frases hechas (y deshechas)


pájaroEl otro día, estaba viendo el telediario y algo llamó mi atención. Era una noticia sobre el lenguaje.

«Espera, espera, ¿dónde está el truco?», pensé. Entonces desactivé en mi cerebro la posición pausa-telediario (posición que evita poner atención a lo que dicen e impide empezar a hablar y gritar al televisor).

El reportaje hablaba sobre un grupo de intelectuales uruguayos creo. El caso es que habían hecho un vídeo para pedir a la RAE la eliminación del diccionario de expresiones del tipo «trabajar como un negro», ofensiva y racista en su opinión.

Por su parte, la RAE había respondido algo así como que no tenían intención de hacerlo pues una cosa es la lengua y otra la intención del que habla. Además (y esto lo digo yo) con borrar palabras o frases de los libros no se arreglan las cosas, es importante reflexionar y educar. Es necesario que la gente sea consciente de lo que dice y cómo lo dice, y esto no lo resuelve una tachadura más o menos.

De acuerdo, la lengua, como la Historia, está construida sobre sangre y profundos prejuicios. Y hay que ser consciente, aunque duela. Pero ahora vamos a dejar aparte expresiones realmente ofensivas sobre la raza o las etnias y expresiones sexistas de dudoso gusto. De esas me ocuparé otro día. Pero la noticia hablaba en concreto de esas frases hechas. No de otras. Así que, como dice el refrán, no hay que mezclar las churras con las merinas.

La cosa, pienso, se les fue de las manos a los periodistas cuando ampliaron a otras expresiones como «trabajo de chinos», «hacer el indio», «hacerse el sueco» o, en mi opinión, la súper-moderna «hacer una judiada» (¿pero en qué siglo vivís?).

Y aquí es donde empecé a meditar. ¿Por qué esta obsesión enfermiza por lo políticamente correcto? ¿Por qué es más importante aparentar a través de nuestras palabras ser gente abierta y sin prejuicios que serlo de verdad?

Vayamos a lo que nos ocupa. Las frases hechas son un recurso que ayuda a expresar conceptos de manera clara y más gráfica. Estas expresiones fueron fruto de épocas, circunstancias y, por supuesto, pensamiento. Con los siglos, como casi todo, las connotaciones ideológicas se perdieron (al menos en su mayoría) y quedó como una sencilla expresión sin nada de racista, xenófobo o despectivo. Sin más.

Vamos a ver. Por ejemplo: «hacer el indio». Ejercicio de imaginación: espectador de media edad de los años 50 en España que ve una película del Oeste en cine o televisión; indio que, con traje, pinturas de guerra y plumas, da pequeños saltitos invocando la lluvia. ¿De verdad nos extraña que «hacer el indio» llegue a significar «divertirse o divertir a los demás con travesuras y bromas»?

Ejercicio dos: turistas suecas en una playa de Benidorm; años sesenta; a su alrededor babeantes señores españoles con bigote. Normal que, después del cuarto gañán que te persigue tratando de ligar, decidas «hacerse el sueco».

Porque el lenguaje es fruto de su época y olvidar esto es olvidar la Historia.

El «trabajo de negros» habla de un período en el que existía el esclavismo. Todos hemos leído sobre esa época y sabemos cómo se trataba a esas personas. ¿Pero de verdad piensa alguien que al usar esta expresión hoy en día se tiene más intención que aludir a un trabajo agotador?

Por favor, la lengua no tiene la culpa y el hablante, cuando usa frases hechas, busca solo expresar de la manera más gráfica y automática, sencilla y popular posible su concepto. Quizás la mala intención está en la mente de quien lo escucha.

Porque si usar la expresión «es un trabajo de negros» es ofensivo y exalta la esclavitud, «matar dos pájaros de un tiro», ¿qué es?, ¿apoyo a la caza?

Marian Ariza

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