Topless (2)


TOPLESS TETAS ESCRITORDice el gran Robert McKee que un guionista o escritor no debería centrarse tanto en perseguir el éxito sino en buscar lo “sublime” en lo que escribe.

Con esto ya sería suficiente para contestar a una de las preguntas de la entrega anterior. Sin embargo, lo de “sublime” es una palabra resbaladiza. Supongo que McKee habla de todo lo que es escribir desde la honestidad de uno mismo, escribir historias que enganchen, que le hablen al espectador/lector, que le introduzcan en un mundo diferente y completo, cuidadas estilísticamente, etc.

Escribo esta segunda entrega del capítulo Topless el día en el que recibo el resumen de ventas de mis dos novelas, ¡Matadme! y Negro spaghetti, en el último trimestre. Es una cantidad que podría colocarme en la lista de los autores de “culto” dentro de unos años (ironía).

¿Qué es el éxito literario? Visto desde una perspectiva objetiva, es un gran número de copias vendidas. Muy grande. No hablo de 1000 ni 2000, hablo de 100.000 o 1.000.000 de copias. Fácil, ¿no?

Algunos hablan de éxito de crítica y éxito de público. El primero nos da a los escritores ese respaldo intelectual que necesitamos para alimentar al monstruo hambriento del ego y de la vanidad, el segundo nos paga las facturas.

En un plano subjetivo la cosa se complica mucho, muchísimo. Tanto que es imposible dar una definición general. En este sentido, el éxito es algo que cada escritor, cada artista, percibe de si mismo y del recorrido que está haciendo. Algo totalmente relativo y respetable.

La cosa más importante es no caer en la trampa del glamour y seguir por tu camino con valor y con entereza. Mantener viva la chispa de la ironía, una mirada de soslayo hacia uno mismo, no creérselo nunca demasiado y no olvidarse de que esto es un trabajo. El mejor trabajo del mundo, sin duda, pero es algo que haces: da sentido a tu vida y te define solo en parte.

(Por cierto, yo soy de los que creen que tú eres todo lo que haces, dices y piensas, una suma compleja de muchos factores conscientes e inconscientes; y también soy de los que no creen que sea posible separar de verdad lo personal de lo profesional).

¿Cuántos factores conjuran contra nosotros, los autores “de culto”? Por orden: la piratería (mucho más de lo que puedas pensar), la poca y/o inadecuada promoción que nos hace la editorial, la misma novela (su calidad y sus características peculiares) y los obstáculos incalculables a los que tenemos que enfrentarnos para llegar a nuestro público (un público que todavía no existe y que tiene que formarse a nuestro alrededor).

Entonces, ¿en qué quedamos? En lo siguiente: el escritor puede contar solo consigo mismo. Lo que le puede salvar, o por lo menos alejar un poco de la perdición y de la locura, es su entereza.

Tengo que ser honesto conmigo mismo y con el lector: escribir lo que creo que tengo que escribir, buscar nuevas formas de hacerlo y no estancarme, divertirme haciéndolo, crear y trabajar mi propia poética y creer en ella, contradecirme y no dejar de mantener una actitud abierta y curiosa hacia el mundo.

Escribir es un gesto casi tan natural como respirar. No solo porque con el trabajo y el talento uno llega a hacerlo bien, sino porque se convierte en algo consustancial a la vida de esa persona. Yo ya no puedo dejar de escribir.

En mi historia personal reconozco que ya he llegado a tener éxito. En Italia no supe integrarme (y mira que ha sido mi país por 30 jodidos años). Sinceramente, tampoco estaba listo para eso.

He emigrado, en España he trabajado y trabajo duro. Nunca he perdido de vista lo que por dentro me agita y me da objetivos y un papel que interpretar en esta vida: la escritura. A veces me desespero.

Una editorial me ha dado la oportunidad de realizar mi primer gran sueño: publicar mi novela. ¿Qué más puedo pedir? Publicar la segunda. ¿Y ahora?

Puedo pedir un nuevo sueño, avanzar en el camino que me estoy labrando con el sudor de mi frente. Para contestar a la afirmación inicial de McKee, creo que busco ambas cosas: el éxito objetivo y lo “sublime” (el pan y las rosas).

Y ahora viene otra gran pregunta: si pudieras elegir entre hacerte rico con la escritura y dejar de tener ganas e ideas para escribir, o seguir teniendo grandes ideas, energías y fuerzas para trabajar y publicar y no llegar a tener un gran éxito comercial, ¿con qué te quedarías?

¿Qué tipo de público se puede desear? ¿Para quién escribes? ¿Cómo? Muchas preguntas para las próximas entregas.