Esta es la tercera y última parte de la entrevista sobre ¡Matadme! realizada, a petición de la editorial, con motivo de la publicación de la novela.
En tu novela están muy presentes los medios de comunicación, y tiene un peso específico el deseo de crear un espectáculo alrededor de un drama humano. ¿Realmente tienes esa idea sobre la comunicación actual?
En ¡Matadme! aparecen periodistas, algunos de ellos manipuladores y arribistas, otros sencillamente sensacionalistas. Si hubieras vivido en Italia en los últimos veinte años, podrías entender por qué veo las cosas de esta forma.
En la novela, todo empieza por un anuncio publicado en un periódico de tirada nacional. Es decir, es el mismo autor del anuncio que busca provocar a la opinión pública. Es lo que necesitamos todos si queremos que nos tomen “en serio”. Lo que suele significar que van a manipular nuestra imagen.
Me fascina el mundo del periodismo en general, aunque creo que hoy en día no gozamos de una buena calidad informativa. A nadie se le escapa que todo lo que es comunicación se ha convertido en espectáculo y entretenimiento.
Decía una periodista estadounidense que no es verdad que nos dan lo que queremos, los medios nos dan lo que ellos quieren que queramos. En este sentido, en ¡Matadme! he sido justo, porque los medios se mueven solo cuando ven que, detrás del anuncio, hay una noticia y que se puede hacer negocio con ella. Que el tipo muera o no, no es problema suyo.
En tu novela no hay mucha presencia de personajes que sean políticos, es más, el lector se da cuenta de su ausencia y despreocupación. ¿Qué piensas de la clase política?
Simplemente, que es una casta ausente y despreocupada.
En la novela pones a todos los personajes en situaciones límite y parece que quieres ver cómo reaccionan. ¿Es una forma para conocerlos mejor?
Es mi forma de escribir. Tengo esta constante en todas mis historias: pongo a mis personajes en situaciones extraordinarias, porque solo así puedo obligarles a actuar fuera de lo previsible. Un pez se retuerce solo si lo quitas de su habitat. Un moratón duele solo si lo aprietas. De la misma manera, un personaje vive solo si lo obligas a conocer sus miedos y sus límites, y a enfrentarse a ellos.
¿Tú crees en la magia y en el azar?
Todavía no, pero me lo estoy planteando.
¿Con qué personaje te ves más identificado? ¿Y con cuál menos?
Seguramente tengo cosas en común con Walter, el escritor: tan intelectual y al mismo tiempo tan ciego. También me sentía cómodo en la piel de Quique, el protagonista, un poco pringao y oportunista; una persona normal, en el fondo. Los que más se alejan de mí son sin duda el comisario Nieto y la concejal, dos monstruos tan desgraciadamente comunes en nuestra época.
¿Al final lo matan?
¿En serio pretendes que te conteste?
Solo puedo decir que, cuando hayas leído el libro, no des crédito ni siquiera a lo que crees haber entendido. No te cierres. Un libro no acaba con la palabra «fin».